miércoles, 1 de mayo de 2002

Un proyecto hecho realidad

" El tiempo lo da y lo quita todo,
todo cambia pero nada perece "
Giordano Bruno


Todo empezó a finales de un mes de septiembre del año 2000 pasadas apenas veinticuatro horas desde la entrada en el equinoccio autumnal.
Aquella noche de sábado, nos encontrábamos pernoctando en un pueblecito del que guardamos entrañables recuerdos “Aras de los Olmos” para más señas, un lugar donde solíamos por aquel entonces acudir a menudo en busca de paz y sobre todo, de noches con cielos oscuros y limpios en los que poder dedicarnos a una de nuestras pasiones, la Astronomía. En este lugar la mera contemplación del cielo cobra otra dimensión a la que no está acostumbrado el urbanita de a pie, cuestión de la que podemos dar fe tras muchos años de observación desde tan apacible y recóndito paraje.
Así pues, decidimos salir a observar a un emplazamiento previamente elegido al que nosotros denominamos cariñosamente “El Terrenet”, lugar situado en un claro bastante amplio inserto a modo de oasis entre una frondosa pinada de la Serranía, cuya privilegiada situación permite visualizar el horizonte sea cual sea el punto cardinal al que se dirija la mirada. El cielo nocturno desde allí es sencillamente un espectáculo sin parangón, sobre todo para aquellos mortales que no acostumbran a mirar hacia arriba, entre otras cosas por la desmesurada contaminación lumínica existente en cualquier ciudad de nuestro entorno cotidiano que anula por completo el deseo innato de contemplar el cosmos.
La tarde era fresca, como suele ser habitual en la zona por esas fechas tras la caída del astro rey y a priori el estado del cielo prometía, solo algunas nubes se divisaban sobre el horizonte oeste, por lo que finalmente decidimos salir con la simple pretensión de pasar un buen rato realizando un recorrido celeste con prismáticos y de paso, una sesión fotográfica de constelaciones a fin de acopiar material didáctico para algunos proyectos que por aquel entonces nos ilusionaban.

Esperamos pacientes la llegada del crepúsculo astronómico dado que la oscuridad del telón de fondo no era tan intensa como deseábamos, pero a medida que pasaba el tiempo nuestras esperanzas se fueron poco a poco al traste ya que aunque sería un sueño tener noches como aquella en nuestro lugar de residencia habitual, el cielo estaba demasiado claro para la fotografía, por lo que pronto decidimos abandonar la idea, ya que la experiencia nos dictaba que poco íbamos a poder hacer en cuanto a este comedido en particular se refería.
Un tanto cabizbajos nos volvimos a casa jurando en arameo y charlando sobre las muchas noches que hemos vivido y que a buen seguro, viviremos esta misma circunstancia, aún cuando en este caso particular no era tan grave ya que ni habíamos cargado con el pesado material de observación, ni habíamos realizado un largo viaje ex profeso hasta la zona como de costumbre, así pues, solo quedaba poner los prismáticos, la cámara y el trípode en sus respectivas fundas y volver al pueblo donde nos esperaba una suculenta “torraeta de chulles” que Consuelo y Ana, o lo que es lo mismo, nuestras pacientes esposas entre lectura y lectura en torno al calor de nuestra querida estufa de leña, nos estaban preparando con el cariño habitual.
Una vez dimos buena cuenta de la copiosa cena que regamos aquella noche como de costumbre con un afamado Rioja, surgió de nuevo el comentario tantas veces mentado sobre fastidio que supone no poder observar cuando quieres por aquello de tener que perder un tiempo precioso montando y desmontando bártulos cada vez que apetece hacer astronomía, y de lo bonito que sería poder hacerlo desde nuestro habitual lugar de residencia que es donde sin duda alguna, más tiempo pasamos obligatoriamente durante todo el año, a excepción de estas cortas escapadas de fin de semana y vacaciones en las que no siempre nos suele acompañar la climatología.
Pues con esta idea tomamos cava, café y seguimos cansinamente hablando de lo mismo a nuestras sufridas esposas que nos escuchaban resignadas hasta que el sueño las finalmente las venció, pero no contentos con eso, nosotros seguimos dándole al palique tomándonos un vaquerito en la terraza a la luz de las estrellas, las muy……, y es que ahora si que brillaban majestuosamente sobre nuestras cabezas llenando mágicamente el cielo a lo largo y ancho de la bóveda celeste que como un gran domo, se alzaba ante nuestra atónita mirada arropada por el silencio del lugar; el espectáculo volvía a estar servido.
Poco a poco y sin darnos cuenta la conversación había derivado en el serio planteamiento de buscar soluciones a fin de calmar nuestras continuas ansias de observación ¿cómo? , pues la cosa estaba clara, debíamos encontrar la forma de tener el telescopio montado permanentemente, ya que la labor que llevábamos realizando desde hacía algún tiempo montando y desmontando el instrumental en la terraza o en ocasiones y cuando el tiempo nos lo permitía, en puntuales salidas de observación a la montaña, estaba minando no solo nuestra paciencia, sino también la de las personas que nos rodean al tener que robarles cada vez más tiempo por precisar dedicarlo a tan simple menester preparatorio.



Así que como no podía ser de otro modo surgió la gran pregunta ¿y porqué no nos construimos un observatorio?; dicho así podría parecer algo inalcanzable, pero tras un silencio sembrado de dudas empezamos a barajar respuestas, desde las más locas y descabelladas en tono jocoso a poco a poco, otras de mayor calado y con mayor rigor en cuanto a posibilidades. Sin darnos cuenta, estábamos sembrando una semilla que en poco tiempo y aunque en aquel preciso instante no lo sabíamos, terminaría por germinar.
Por naturaleza, mi hermano y yo somos personas de ideas fijas y cuando algo nos ronda......, cuidadín; es que no paramos. Así que con tan tortuosa idea nos fuimos a intentar dormir mientras consultábamos con la almohada el planteamiento, para al día siguiente con más calma, posiblemente desechar tan loca ilusión cuando barajásemos detenidamente los inconvenientes que podríamos tener a la hora de plantear en serio la idea.
¿Inconvenientes? ¿qué inconvenientes?, nos dijimos con el desayuno en la mesa. El asunto a la vista de nuestras esposas que escuchaban sin oírnos no les pareció del todo serio, pero para nosotros el tema había empezado a tomar forma con el paso de las horas, pues ya no paramos durante toda la mañana de comentar posibilidades y hacer planes en este sentido. El virus estaba definitivamente inoculado.
Así quedo momentáneamente la cosa, pero ¿porqué no? “Pensat y Fet”. El mismo lunes ya estábamos sigilosamente contactando vía mail con nuestro proveedor habitual en Lleida sobre el material que, según nuestro criterio, precisaríamos y a colación, enviándole un primer boceto de la cúpula, columna de telescopio, etc., así como consultando sobre los detalles tanto técnicos como económicos del proyecto, detalles que precisábamos conocer para avivar o en su defecto, descartar definitivamente el asunto.


La cuestión era que el material de observación lo teníamos prácticamente todo, ya que podíamos colectivizar todo nuestro instrumental y dejar el mayor de los dos Meade como telescopio de observatorio. Por otra parte, el emplazamiento no podía ser otro más que la terraza de uso particular con la que contamos en la ciudad de residencia habitual, cuestión por la que los permisos vecinales no serían inconveniente al ser por lo tanto inexistentes. Quedaba pues por determinar posibilidades en cuanto permisos oficiales y sobre todo, ver quien nos podría construir una cúpula de acuerdo con nuestras necesidades y claro está, lo más complicado del asunto llegado el momento sería la obtención del beneplácito de nuestras esposas a que iniciásemos tan para nosotros, extraordinaria aventura, cuestión que decidimos plantearles más adelante cuando dispusiésemos de datos “con peso específico” sobre el que basar nuestro proyecto, por lo que decidimos seguir estudiando sin prisas pero sin pausas todos los detalles concernientes a nuestra idea inicial.
Un par de semanas más tarde ya disponíamos de datos suficientes como para que nuestra ilusión se hubiese multiplicado por cien, así solo quedaba estudiar todos los datos con rigor y mayor detenimiento y plantear abiertamente el proyecto a nuestras esposas, pero ahí quedó la cosa. Circunstancias personales del momento nos hicieron aparcar momentáneamente el asunto, pero la llama seguía viva.
Y el tiempo pasó. Entrados ya en el nuevo milenio, una tarde otoñal a mediados de octubre y tras un largo y plácido paseo al atardecer por los montes de Aras, dejamos caer como quien no dice la cosa la idea que habíamos estado alimentando durante meses. El momento había llegado.
Durante este tiempo, habíamos estado recopilando más información sobre la posibilidad real de llevar a cabo en un futuro no muy lejano nuestra idea inicial de construir un observatorio y así lo planteamos a las parientas.
Aquella noche la cena y la acostumbrada tertulia posterior fue un monólogo. La trama, convincentemente maquinada por ambos fue expuesta con todo lujo de detalles como no podía ser de otra forma, tumbando cualquier atisbo de duda o problema que osaran plantearnos. La ilusión que destilaba nuestra charla fue más que suficiente para que como es habitual, nos consintieran llevar a cabo nuestra empresa siempre y cuando todo estuviese en orden y las posibilidades técnicas de su construcción fuesen factibles sin riesgo alguno.
A tenor de los comentarios de nuestras esposas, el asunto no les venía muy de nuevo, cuestión que no era de extrañar pues tal vez sin ser deliberadamente conscientes, (¿o tal vez si?) posiblemente lo habríamos comentado en más de un centenar de ocasiones, y como nos conocen bien, saben que cuando hablamos mucho de algo la cosa tarde o temprano termina por complicarse.
Así pues, con vía libre de actuación por parte de “las muchachas” solo quedaba ponerse en serio manos a la obra (nunca mejor dicho).
Había que contactar rápidamente con un profesional del ladrillo que diese su visto bueno a la obra “in situ” una vez estudiada la misma y detalladas sus características.
Mientras tanto y en muy pocos días, ya teníamos dibujados los planos definitivos del recinto de acuerdo con la cúpula de fibra de vidrio ofertada por el catalán, por lo que pusimos simbólicamente la primera piedra dibujando con tiza en el suelo de la terraza, un circulo con las dimensiones del recinto, línea que no hizo más que avivar nuestras ansias por construir el edificio, era el 21 de octubre de 2001, había pasado apenas un año desde nuestro primer comentario.
Tan solo un mes después de aquella conversación hacíamos entrega al que iba a ser constructor de la obra civil, de los planos del proyecto para su inicio, dada la opinión de viabilidad de este de poder llevarlo a cabo revisado el que iba a ser su emplazamiento.
De aquí en adelante todo fue un visto y no visto; la compra de materiales de construcción y su traslado a la terraza fue cosa de días. Todo estaba apunto a falta de que el constructor tuviese un hueco para empezar con la obra.
Al mismo tiempo, el otro constructor, el de la cúpula, ya había sido convenientemente contratado para materializar el domo de fibra de vidrio de 2,50 metros que habíamos decidido colocar y a su vez, preparar su transporte desde la fábrica de Lleida hasta Manises, cuestión que también había que tramar convenientemente para evitar errores. Mails y más mails fueron necesarios para coordinar el tema y resolver la multitud de dudas y preguntas que iban surgiendo a medida que la obra avanzaba. El 14 de noviembre llegaban los elementos metálicos de sujeción y entre ellos las piezas de mayor importancia, los anclajes con rodamientos por donde se desplazaría la cúpula era cuestión de capital relevancia, ya que un error en su colocación en los minipilares del recinto podría resultar fatal.



El 19 de noviembre se iniciaba la obra y tan solo dos días más tarde se colocaban los citados anclajes. El asunto no era baladí, el margen de error estimado una vez fijados al hormigón no podía ser mayor de ± 15mm a lo largo del recorrido perimetral del anillo de sujeción del domo que estaba fabricándose ex profeso. Debemos reconocer que este detalle en particular nos iba a quitar el sueño durante algunos días hasta que pudiésemos comprobar tras el secado de la obra, la exactitud requerida y sobre la que tanto habíamos insistido al constructor.





Tras un desesperante parón debido a las lluvias que nos azotaron durante dos dias, la obra quedó definitivamente terminada en la tarde del día 3 de diciembre. Ahora solamente cabía esperar su completo secado a fin de proceder a la colocación del perfil en “U” circular en torno a los famosos rodamientos de giro. Llegado el trágico momento, nos dispusimos a colocar el pesado anillo en su lugar y …. ¡EUREKA!, nuestros desvelos en este sentido habían resultado finalmente fructuosos y el mecanismo encajó a la perfección alrededor de los rodamientos guía, permitiendo un giro perfecto incluso mucho más ajustado del que habríamos podido imaginar.




Ahora solamente quedaba por terminar la instalación eléctrica, y fijar la pesada columna central de sujeción del telescopio a la par que el pintado interior y exterior del recinto. A partir de ese momento solamente quedaba esperar hasta que la cúpula estuviese en disposición de ser transportada a Valencia desde su lugar de fabricación en tierras catalanas.Pero como en todo proyecto los retrasos por causas ajenas son previsibles y en nuestro caso no iba a ser menos.
El fabricante de la cúpula nos informaba que su fabricación iba a sufrir un retraso debido a las bajísimas temperaturas que se estaban dando el Lleida, por lo que debido a esta circunstancia su fabricación y posterior secado no era posible. El tema estaba en marcha pero no podíamos tener una fecha exacta para su finalización, cabía esperar pacientemente.
Entre estas y aquellas, nuestro problema en aquel momento se limitaba a que teníamos construida en la terraza una estructura a modo de piscina circular “sin techo” y si le daba por llover nuestros problemas aumentarían y como no….. , le dío por llover, (siempre Murphi) llovió y llovió, cuestión por la que debíamos drenar continuamente el recinto, ya que el escalón de la puerta impedía la salida natural del agua a ras de observatorio.

En fin, la primavera ya estaba al acecho cuando nos llegó la noticia vía mail de que el 15 de marzo nos llegaba por fin la cúpula. Y así fue. Un enorme vehículo descargaba aquella mañana por secciones en nuestro garaje las diversas piezas que montadas debían formar el blanco domo, cuestión que ya sabíamos iba a suponer nuevos problemas debido no a su peso, sino a sus incómodas dimensiones volumétricas y su posterior traslado a doce metros de altura hasta la terraza.

Como es lógico, fue necesaria la contratación de una grúa de considerable envergadura que fuese capaz de elevar las piezas hasta la terraza, cuestión que fue posible algunos días más tarde de la llegada del material, en concreto el día 4 de abril. Aquella mañana la suerte estaba con nosotros y la grúa se presentó con puntualidad meridiana, digo suerte porque aprovechando la obra colindante con nuestro edificio, pudimos cortar "por el morro" el tráfico durante el tiempo que fuese necesario y trabajar con tranquilidad.



Así pues, un vez que todas las piezas que conformaban el domo estuvieron en la terraza, solo había que realizar el montaje de las cinco piezas que lo formaban, por lo que tan solo dos días después, el sábado 6 de abril, esperábamos a primera hora a su constructor, el amigo Javier, para echarle una mano en el montaje y los posteriores ajustes.Según lo previsto, la cúpula quedaba definitivamente colocada esa misma mañana sobre las 13h. sin ninguna complicación a destacar.
Por fin ya podíamos ver el recinto de color blanco inmaculado, planta circular y techo semiesférico completamente terminado exteriormente, alzándose majestuoso ante nuestra mirada.




La satisfacción que sentimos en aquel momento es difícil de narrar, lo resumiremos contando que lo celebramos brindando con un par de buenas cervezas como en las grandes ocasiones, esta vez ya "a pie de observatorio", ¡¡ que bien sonaba aquello !!.

Llegados ya a este punto, solo faltaba el montaje interior, es decir, colocar la columna del telescopio, montar los sistemas técnicos de control, instalar el mobiliario y material de observación, y como no, colgar “la estrella” del observatorio que es nuestro Meade de 10”, cuestión que realizamos en tan solo unos días como no podía ser de otra forma.
La tarde-noche del día 21 de abril de 2002, dábamos el último apretón de tuerca al tema dejando completamente terminado el montaje, por lo que llegados a este punto había llegado el otro gran momento, así que nos dispusimos a deslizar las compuertas, girar la cúpula hacia el objetivo y conectar los interruptores. En el interior de la cúpula el sonido de nuestras voces, un tanto nerviosas, reverberaban de un modo extraño, el aroma característico de la fibra de vidrio flotaba en el ambiente, nos quedamos en silencio, solo quedaba pulsar el “GO TO” , los corazones a cien.... ¡ que emoción !.
El movimiento suave del telescopio en busca de su “primera luz” fue algo que difícilmente olvidaremos; nuevamente la sensación del momento fue inenarrable, casi mágica; segundos más tarde un “bip” anunciaba que la estrella elegida estaba en foco, o casi, quedaba como es lógico el ajuste fino, pero su luz allí estaba, los ajustes precisos serán para mañana, hoy como un par de niños con zapatos nuevos, tocaba disfrutar y mover el robotico instrumento de un lado a otro en busca de objetos sin más.
Aquellos instantes irrepetibles quedarán para siempre en nuestras mentes como colofón a mil preguntas, mil anhelos, mil sueños que la perseverancia, el esfuerzo y el trabajo continuado y bien hecho siempre termina por dar sus frutos.
Día tras día fuimos realizando minicuosos ajustes de posición, por lo que la noche del 24 el telescopio quedaba totalmente operativo al 100% , fecha en la que realmente pudimos dar por concluido definitivamente nuestro proyecto.
Habían transcurrido 578 dias, o lo que es lo mismo, 1 año, 7 meses y un día desde aquella noche del 23 de septiembre del año 2000 en la que surgió la chispa, la idea, el sueño; en aquel instante nuestro anhelo se había cumplido, ahora quedaba mucho trabajo por delante para satisfacer nuestras ansias de observación, nuestros deseos de ir más allá, de comprender, de investigar, pero todo esto será motivo de otro relato.


La inauguración

Todo pues apunto, el flamante Observatorio Manises había visto su primera luz días atrás, así la ocasión era digna de ser celebrada con nuestras familias que habían sufrido en silencio nuestras neuras sobre aquel proyecto, y como no, de nuestros amigos más allegados por aquel entonces, como eran los miembros del G.E.O.D.A. y sus respectivas esposas.

El miércoles 1 de Mayo de 2002 fue el elegido para la inauguración oficial del observatorio y su como no podía ser de otra forma, organizamos un boato por todo lo alto en el que no faltó de nada. La invitación oficial al acto no tardó en llegar a los elegidos vía mail, a fin de asegurar plaza.

Una vez presentes todos los invitados, realizamos en el garaje un pase de diapositivas relacionadas con la actividad del grupo por aquel entonces, así como algunas otras fotos entrañables tanto de los presentes como de la marcha de la construcción del observatorio durante estos últimos meses. Las bromas y las risas acompañadas de unas buenas cervezas de bienvenida no se hicieron esperar.
A su término solo quedaba subir a la terraza, “cortar la cinta” y mostrar a nuestros amigos lo que por fin ya era un hecho, nuestro flamante Observatorio.
Como era de esperar, todo fueron alabanzas sobre su llamativo aspecto y por lo bien que había quedado tanto interior como exteriormente, por lo que como había sitio para todos, entramos en el interior del recinto las ocho personas que celebrábamos el evento aquella tarde. Tras la perfecta puesta en marcha del mecanismo los primeros ¡¡¡ Ohhh !!! no se hicieron de esperar al ver como giraba el domo y la sensación de movimiento y/o mareo que parece producir cuando miramos el techo semiesférico, sobre todo a las personas que no están acostumbradas a esta sensación de movimiento. Acto seguido y tras las explicaciones pertinentes de su funcionamiento, pusimos en el ocular cada uno de los cuatro planetas que estaban sobre el horizonte aquella tarde ya cercana al crepúsculo a modo demostrativo, todo fue como una seda como era de esperar, así que con el buen sabor de boca del estreno y la emoción del momento compartido, dimos buena cuenta del menú que teníamos preparado bajo el cobertizo de la terraza para a todos nuestros amigos que compartían con nosotros aquella tarde la culminación de un proyecto. Entre risas y bromas sobre el futuro del grupo y las muchas cosas que ahora podríamos hacer sin movernos de casa transcurrió la velada que como no, acabó con un buen cava y un brindis en pro de las muchas ilusiones y espectativas que el primero de los observatorios del grupo a buen seguro iba a proporcionarnos.
Nuevos retos asomaban ya por el horizonte, cuestiones que posiblemente iban a cambiar nuestra forma de observar el cielo, pero esta cuestión será motivo para otra historia que os contaremos más adelante.